viernes, 11 de diciembre de 2009

Se me antojó

Es por muchos sabido que soy estúpidamente antojadizo y que basta con que me mencionen algún alimento, cualquiera que sea este, para que se me antoje. Lo anterior, más allá de los evidentes problemas de sobrepeso que puede traer, nunca me había causado conflicto alguno. Basta con que se tenga un vehículo y un poder adquisitivo decente (y no suficiente, porque nunca nadie llega a tener tal cosa como un poder adquisitivo suficiente), para poder satisfacer todo ese tipo de antojos a la brevedad, sin necesidad de llegar al terrible "grano en la lengua", con el cual Dios castiga a todos aquellos penitentes que no satisficieron (http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltConsulta?lema=satisfacer) de manera pronta y expedita esos antojos que de inmoral e impío no tienen nada.

Cosa curiosa resulta la diversidad que pueden tener tales antojos y una curiosidad aún mayor recae en aquellos casos en los que me nace un desesperado (y sobre todo ininteligible) antojo por algún alimento, dulce o botanita que en el pasado no me han gustado. Se que no me gustan, pero necesito comer uno. ¿Por qué? ¿Qué está fallando en mi perturbada mentecilla que me hace tener tales deseos? No lo se, pero ahí estoy, dándole una enésima oportunidad al chuche (así le dicen los gallegos a las golosinas en general)que más de una vez ha demostrado que merece mi total repugnancia.

Evidentemente, el caso anteriormente descrito no es la regla general de mis antojos. Más aún, me jacto de ser una persona cuyos antojos son enteramente justificados, fundamentados y motivados tal como lo exige el 16 constitucional.
Desafortunadamente (a pesar de las afortunadas circunstancias), actualmente me encuentro en una situación en la que no basta contar con un vehículo o con un poder adquisitivo decente para satisfacer los antojos de los que soy víctima. Domingo a domingo, en las ya cotidianas videoconferencias con mis familiares, soy bombardeado con imágenes de productos de disponibilidad geográfica limitada al territorio mexicano, a los cuales por mi localización actual no tengo acceso. Es terrible ver a mi papá comiendo uno a uno los Polvorones Marinela (M.R.) que tanto me gustan; es devastador notar como las simples y accesibles tortillas de maíz que el mexicano promedio puede adquirir en múltiples establecimientos mercantiles por los que pasa todos los días me resultan ahora algo lejano, distante, ajeno...

Resulta que los bombardeos familiares no eran suficientes. ¡No! En fechas recientes, un sujeto que se hace llamar "un tal Juan" dedicó un considerable número de líneas a uno más de los productos que ahora me resultan inaccesibles: la vaquita Wong's. Aunque el post es excelente, desearía que nunca lo hubiera escrito. La inaccesible vaquita se ha convertido en una obsesión para un servidor. No puedo dormir, mi desempeño en las asignaturas universitarias se ha visto severamente afectado, no entiendo las tramas de las películas, sólo logro leer siete libros a la semana, el Toblerone me sabe a engrudo... No se que vaya a pasar, pero por el momento siento que no estaré tranquilo hasta que mi paladar y lengua no reciban la textura y sabor simplón y sin chiste de una vaquita Wong's. Porque como bien dice el tal "un tal Juan": "la vaquita wong no es tan buena."

Update: De regreso en mi tierra y mi señora madre y mi ahora novia me recibieron con vaquitas Wong. Ninguna maravilla pero sí son buenonas.