domingo, 26 de julio de 2009

Lo que es el “ligue” (que le llaman)

Es un hecho: soy pésimo para aquello a lo que llaman el “ligue”, o su forma verbal “ligar”. De hecho, en un viernes cualquiera, es más probable que se me pida realizar una ligadura de trompas, yo acceda, la realice con instrumentos de cocina ordinarios y tijeras Barrilito y obtenga resultados positivos, a que logre “ligar” con una señorita de manera completamente exitosa. Muchas veces el que se de el supuesto quirúrgico antes mencionado es más probable a que yo siquiera me anime a iniciar un "ligue".

Y es que el "ligue" es algo complicado. Atenta contra todas y cada una de las reglas de la psicología del comportamiento y la sociología. O al menos eso percibo yo.

Es interesante convivir con algunos sujetos que son (o por lo menos se consideran a sí mismos), conocedores de la materia. Todos tienen teorías, técnicas y principios distintos sobre cómo se deben hacer las cosas en lo que al cortejo de señoritas se refiere. Curiosamente, y a pesar de todos los datos que suelen manejar esos peritos del cortejo, una víctima de Daniel Arizmendi podría contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que he visto a cualquiera de ellos realizar un “ligue” con éxito.

Lo cierto es que no obstante lo que los referidos conocedores manifiestan, en el “ligue” no hay reglas, teorías, técnicas, principios o leyes que valgan. La cantidad de variables con las que cualquier emprendedor se puede topar salen de la gráfica. Parte del éxito depende del control de esas variables o de saber cómo actuar ante sus eventualidades. No es garantía.

Hay un elemento determinante para tener éxito en el "ligue"; una fórmula indefectible y segura que hay que seguir para lograr los objetivos del cortejante emprendedor; un proceder infalible y universalmente perfecto para alcanzar lo deseado. Evidentemente, lo desconozco.

domingo, 19 de julio de 2009

De las Presunciones Gastronómicas

Nota preliminar:

Fallé tan pronto como pude. Había prometido ser un bloggero responsable, de aquellos que no dejan su blog sin novedades durante más de una semana, de aquellos que, conscientes de la responsabilidad que implica ser el autor de un sitio visitado por millones de lectores ávidos de un splash cultural, no admiten la posibilidad de dejarlos desamparados. Rompí con tan importante y honorable promesa en cuanto se presentó la primera oportunidad de hacerlo y debería sentirme avergonzado; debería. Naturalmente, la botana no se hizo esperar y tendré que mejorar esos hábitos. (Hasta aquí la nota preliminar)

Muchos saben que la lista de cosas que me molestan es más bien extensa, casi tan larga como la de personas de las que he dicho "me caga". Dentro de la primera lista existe una categoría (o montoncito), que lleva por nombre "las presunciones gastronómicas".

Le llamo presunciones gastronómicas a todos aquellos conceptos que los prestadores de servicios culinarios toman por verdades que no requieren ser consultadas con el cliente y que, según mi criterio, deberían ser consultadas invariablemente. Un par de ejemplos:

1.- ¿En qué momento de la historia se volvieron los frijoles un ingrediente básico e indispensable de una torta? La torta, en su forma más básica consiste de un pan y el ingrediente del que sea la misma. Haciéndola un poco más compleja se pueden llegar a admitir algunos otros ingredientes como básicos: mayonesa, chiles (presunción que la cultura nacional me ha forzado a aceptar), queso... Pero el frijol es demasiado! Y no es que no me guste; simplemente no creo que forme parte de la esencia de una torta y que, si el señor restaurantero acostumbra ponérselo, debería preguntármelo primero.

2.- ¿Por qué cuernos si omito decir cómo quiero mis chilaquiles y/o enchiladas me las dan verdes? Señor restaurantero: en virtud de que suele haber sólo 2 tipos de chilaquiles (verdes y rojos), la probabiliad de que cualquier persona quiera los suyos rojos es del 50% (la misma probabilidad que las verdes, por si no le salieron las cuentas). En mi caso en particular, la propensión al chilaquil escarlata aumenta a un 99.979%. Nada le cuesta instruírle a su mesero que me pregunte cómo quiero mis chilaquiles!

¿Qué opinan? ¿El que está mal soy yo? ¿Soy tan intolerante a los malos meseros como lo era el señor que sopeaba su concha en agua a la lactosa? ¿Acaso tenemos que llegar al absurdo de las Tortugas Ninjas Adolecentes Mutantes (qué mal título!!), que al ordenar su pizza hacían énfasis en que la querían "sin anchoas", seguramente porque el estúpido pizzero le ponía anchoas a todas las pizzas? ¿Necesitaban preocuparse por ese tipo de cosas mientras un jabalí punketo estaba afuera atacando civiles? ¿Se dan cuenta de cuán peligrosas pueden llegar a ser las presunciones gastronómicas?


Nótese la ausencia de anchoas en la pizza que degustan.

Al final, creo que este tema se reduce a una cuestión de gustos. Sin embargo, creo que si existen opiniones divididas, se debe consultar.

sábado, 11 de julio de 2009

El paradójico "Primer Post"

Hace ya algunos ayeres que quería hacer un blog. Llevaba un buen rato rumiando distintos títulos, subtítulos, ilustraciones y posibles temas, pero no fue sino hasta el día de hoy que decidí armar algo con el bolo ideológico que había logrado juntar.

El título:
Resulta que, tal y como es recomendado, suelo apoyarme de distintos recursos no hablados para darme a entender mejor cuando hablo. Como seguramente les sucede, normalmente carezco de los props idóneos para describir de manera más gráfica aquello de lo que estoy hablando y lo más útil que acabo teniendo a la mano para tales efectos, pues son las propias manos.

Un buen día me encontraba en una acalorada discusión en casa de mis queridos amigos, los Etina, cuando el menor de ellos, afable y formidable sujeto, fenomenal anfitrión, incansable filántropo y ferviente fan de Flans y los Foo Fighters (en ese orden), notó que cuando trato de ser elocuente al explicar algo comienzo a hacer tantas clasificaciones como las reglas de la lógica lo permiten y que, mientras voy mencionando cada una de mis forzadas categorías empiezo a mover las manos cual si cada una de ellas fuera un montoncito de arena, tierra, sal o piezas de Lego (m.r.), que voy acomodando al tiempo que van saliendo. A pesar de que suelen referirse a dicha muletilla con fines de burla, considero que es un importante y útil recurso que he tenido a bien desarrollar. Después del análisis de los montoncitos hemos seguido analizando las muletillas y mañas de varias personas. Ejemplo: El mencionado sujeto siente la imperante necesidad de jugar al yo-yo virtual mientras sostiene una plática seria.

El subtítulo:
Estudio una carrera en la que se tiende a ser (además de mamón), un tanto quisquilloso en lo que al habla y a la redacción se refiere. La intensidad de algunos catedráticos en la exigencia de la exactitud y la precisión en el habla me han ido marcando a través de los 4 años en los que he "estudiado para licenciado". Con el tiempo me he ido volviendo tan quisquilloso como los sujetos a los que llegué a aborrecer por ser así. Actualmente, esta quisquillosidad y extrema atención al lenguaje es algo que disfruto bastante...

La imagen:
Le había pedido a una víctima del síndrome de la mano autónoma que me apoyara con una ilustración de las manos del suscrito haciendo montoncitos. Muchos sabrán quién es la referida víctima de tal síndrome y todos los que lo sepan sabrán también que podría transcurrir un plazo bastante considerable, probablemente imposible de recorrer en un DeLorean tuneado por Emmett Brown, antes de que pudiera obtener el gráfico deseado. La solución: Google, Microsoft Photo Editor, Paint y mis arcaicas habilidades de diseñador gráfico. Aún así, quedé bastante satisfecho.

El tema:
Hay muchos en mi cabeza y espero que haya cada vez más. Me niego a limitarme a uno solo. Keep reading to find out...